El término “evolución” no aparece (o casi no aparece y sólo lo hace de manera no significativa) en Lamarck (que habla de “transformismo”), ni en Darwin, que utiliza la fórmula “descendencia con modificaciones”. Y es que el significado tradicional de la palabra no convenía en absoluto a las nuevas ideas.
En efecto, tradicionalmente “evolución” designaba un proceso de desarrollo programado y finalizado: el conjunto de etapas por las que un ser debe pasar para alcanzar su forma adulta y perfecta. La evolución es el paso progresivo de una forma potencial (pre-forma), en germen, a una forma plenamente extendida y actual. Las diferentes fases del desarrollo de un embrión ejemplifican esta manera de entender la evolución.
Fue Spencer quien introdujo el término “evolución” y lo convertirá en una palabra dominante de su gran sistema filosófico y destinada a formar parte de la biología moderna. Pero el uso de Spencer es ambiguo y poco darwiniano. Spencer no rompe con el finalismo: su evolucionismo es un progresismo cuya ley cree él conocer.
Hoy muchos autores siguen asociando la evolución a uno u otro finalismo y el pensamiento religioso no parece poder asimilar de otra manera la evolución darwiniana, que a veces se extiende a toda la cosmogénesis. El hombre se presenta así como el fin de un proyecto biocósmico que se extiende a miles de millones de años. Sin embargo, en la medida en que el evolucionismo sirve como marco teórico de investigación para las ciencias biológicas contemporáneas, este finalismo no tiene cabida. Para poder ser correctamente aplicada al pensamiento darwiniano y al neodarwinismo contemporáneo, la idea de evolución debe ser despojada de toda referencia a la finalidad o a un proyecto prefigurado de alguna manera en la naturaleza de las cosas. En sentido darwiniano, la evolución está bajo el signo de lo aleatorio, lo imprevisible y el mecanicismo.
El origen de los seres vivos según las religiones
La mayoría de las religiones, de manera más o menos explícita, afirman que el Universo entero procede de Dios (o de los dioses). Por ejemplo, el hinduismo asegura que todo lo que existe surgió gracias al dios Brahma. Éste creó el espíritu, la energía, el tiempo y sus divisiones, las constelaciones y los seres vivos y, por supuesto, al hombre y a la mujer. Según la religión babilónica el dios Marduk creó el Sol, la vegetación y la humanidad; los indios hopi de Arizona defendían que una diosa creó un gran número de aves y animales, y los envió a poblar el mundo; luego, tomando barro de la tierra, hizo la primera mujer y después el hombre. Concepciones análogas podemos encontrar en otras muchas religiones.
Si nos centramos en la tradición judeo-cristiana, en el Génesis se nos narra la creación del mundo, las plantas, los animales y el hombre por Dios. Según el Génesis Dios creó todas las cosas de la “nada” y, luego, a su imagen y semejanza, a nuestros primeros padres, Adán y Eva, y de esta primera pareja desciende toda la humanidad.
Estas concepciones consideran, por una parte, que todas las especies de seres vivos fueron creadas de una vez para siempre y, en consecuencia, que son inmutables y, por otra, que entre el ser humano y el resto de los seres vivos existe una separación profunda y tajante; los humanos son seres absolutamente distintos.
* En la gráfica evolución de las estrellas
según http://www.cientec.org/
* Información obtenida de http://www.educajob.com/xmoned/temarios_elaborados/filosofia/El%20t%E9rmino%20evoluci%F3n.htm
miércoles, 5 de marzo de 2008
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